Los viejos hablaban de este lugar donde el agua nacía de una roca, el manantial perpetuo alimentado por antiguos lagos subterráneos. Los pájaros se reunían en los densos árboles, las gacelas se escondían del calor resplandeciente bajo las palmeras enmarañadas y, de vez en cuando, incluso el fuerte y esquivo leopardo árabe se dejaba ver en las montañas lejanas.
El desierto es un lugar implacable para quienes no pueden leer sus señales ni comprender sus advertencias sutiles. Sin pastos ni palmeras, las arenas vengativas cubrieron primero los charcos de roca seca, luego sofocaron los árboles y finalmente enterraron el campamento que había intervenido el flujo de agua de la roca.
A lo largo de generaciones, los jóvenes aventureros se perdieron en la arena movediza mientras buscaban señales de Al Maha. Muchos caminaron sobre el lugar enterrado, sólo para caer rendidos junto a sus camellos exhaustos, un destino noble al final de un viaje infructuoso.
Confundido por la desobediencia de su halcón cazador, un joven siguió los movimientos de su ave sobre las dunas, sólo para encontrarlo posado en una delgada rama que sobresalía de la arena. Al acercarse al ave, el enfado del joven se transformó en curiosidad al notar pequeñas hojas verdes que brotaban de la rama delgada. Sabiendo que esto era una señal segura de que había agua debajo, el joven y sus hermanos regresaron más tarde al mismo lugar y juntos excavaron las capas del tiempo.
Finalmente, después de quitar un calzo resistente en un saliente rocoso, los hermanos observaron cómo el agua burbujeaba y comenzaba a arrastrar la arena, revelando los muros antiguos del campamento. Pronto, el oasis perdido se reformó.
Los hermanos se establecieron junto a los estanques y juraron que nunca más se le negaría a ningún hombre o animal del desierto la fuente de toda vida. Palmeras y vegetación salvaje, alguna vez perdida, florecieron alrededor de las antiguas murallas y estanques rocosos. Los animales salvajes regresaron, pero la señal más segura del renacimiento de este lugar legendario fue el regreso del órix árabe, animal que dio nombre al oasis.